sábado, 29 de mayo de 2010

Rehilete

Desde hace mucho tiempo había un rehilete multicolor con forma de girasol abandonado en el jardín de la casa. Lo clavamos en el rincón más apartado, en el sitio que antes ocupaba alguna planta que ya se secó. El peor lugar para un rehilete.. jamás recibía el viento necesario para girar aunque fuera un poco. Finalmente hoy lo redescubrió Sofía, mi hija de tres años; me estiré lo más que pude para colocarlo en la cima de la barda trasera de la casa, justo en la cara que da al monte, en medio de una de las botellas de vidrio que sirven como protección del inmueble, donde siempre está soplando el viento por el efecto de ladera que se forma en la cañada del Cerro del Hormiguero; de inmediato comenzó a girar de lo lindo el rehilete, como si nunca hubiera estado inactivo.


De sobra está decir que mi hija se encontraba fascinada; lo observamos durante varios minutos cambiar de posición e intensidad de giro, dependiendo por completo del viento y sus caprichos. También el gran árbol que se encuentra detrás de la casa de al lado y las golondrinas se regocijaban con el dios Eolo; además vimos pasar las nubes que derivaban desde el oeste y la estela de un avión comercial que seguramente sobrevolaba a varios miles de pies de altura. Todo esto me lo iba señalando mi hija, y yo lo veía con interés, pero mi mente, como es común en estos días, meses o años, ya se encontraba a años luz de distancia.


Ese simple detonante del rehilete girando, su armonioso sonido y las infinitas combinaciones de colores y ritmos que formaba al paso del viento, fueron suficientes para traer a colación todo el micro universo personal que me atormenta (¿o extasía?) en los últimos tiempos. Mi cabeza es un torbellino incluso peor que el que solía ser hace algunos años. Desde que entré a las cuestiones bursátiles como trader activo mi mente no descansa un solo segundo, ni siquiera cuando duermo. Todo el tiempo estoy pensando en gráficas, índices de precios, noticias, reportes financieros y demás chingaderas por el estilo. Me encuentro absorto por completo en una especie de “Matrix” personal que me he construido casi sin quererlo, sin darme cuenta siquiera del pedote en el que me estaba metiendo.


Hoy es domingo 30 de mayo de 2010, me asomo a la ventana que da hacia el Cubilete y veo algunos puntos que sobrevuelan las antenas de Cristo Rey. Son mis antiguos compañeros de vuelo libre, ayer me encontré a algunos de ellos en un concierto de jazz que hubo en el bar Corcho de Baco y me invitaron a la voladera.. incluso uno de ellos toca la tuba en el grupo de jazz del lugar; es un gringo divorciado que anda calientísimo con el vuelo en parapente, justo como andaba yo hace algunos años. Yo ya me he retirado del vuelo libre, actividad apasionante pero demasiado riesgosa (ya han muerto demasiados amigos cercanos); ahora estoy regresando a los ultraligeros, el paramotor y los aviones, donde me siento más cómodo y el riesgo, aunque siempre está ahí presente, resulta mucho más controlable. En fin, la cuestión es que ni siquiera el vuelo me llama tanto ya como los mercados financieros. No fui a la volada por estar pendiente a la apertura de los mercados asiáticos (en el horario local -centro de México- abren a las 5:00 p.m.); mi nuevo éxtasis se llama divisas, Forex, metales, commodities, bolsas, opciones.. mercados, vamos. Esa es mi nueva pasión. Mi más reciente adquisición en el portafolio de riesgos personal. La ventaja más notoria respecto al vuelo es que aquí sólo puedo perder dinero, y en el vuelo además de dinero va la vida de por medio. Pero fuera de eso las similitudes son muchas.. en ambas áreas se trata básicamente de una lucha incesante contra los elementos (el clima y la meteorología en el vuelo, y la volatilidad extrema de los mercados financieros actuales en el Forex), contra uno mismo y contra el efecto grupo o de competencia; las dos actividades son multidisciplinarias, involucran aspectos como psicología, filosofía, matemáticas, física, aerodinámica, estadística, probabilidad, etc. En pocas palabras, bien podríamos decir que en estas dos cosas se resumen los más grandes anhelos del ser humano a lo largo de la historia; volar, ser millonario, tener libertad y poder absolutos, sobrevolar el mundo. Ahora que si le añadimos otra de mis aficiones, la literatura, el arte, que pretende por sobre todas las cosas la inmortalidad, la vida después de la vida, seguramente he de ser la persona más ególatra y ambiciosa que ha pisado este planeta.


De sobra está decir que todo eso me ha llevado a ser un perfecto ermitaño, aislado casi por completo del mundo. Ya nada me satisface, todo me molesta, cualquier cosa resulta insuficiente. E inevitablemente he llegado de nuevo a la imbecilidad primitiva, al principio donde todo comenzó. Me he convertido en una especie de autista, de niño salvaje, de bestia incontrolable.. pero soy muchas cosas, soy muchos; me aqueja el mal de Pessoa, mis heterónimos me agobian sin cesar, tiran de mí (como siempre han hecho) en direcciones contrarias, caóticas, impredecibles. Soy un auténtico volcán a punto de estallar, para usar un lenguaje conocido, manteniéndome sobre la tierra y al menos hablar en palabras de otro loco, Nietzche. El Yo Más-Turbado nunca se calla, jamás apaga su chillido de mono en celo.


Tengo una familia, tengo a mi esposa y a mi hija, a mis padres y a mis hermanos.. pero yo estoy a años luz de distancia, sin posibilidad de retorno a la vista. Lo he perdido todo, el disco duro que contenía mis fotos, mis escritos, mis recuerdos, mis proyectos, se chingó irremediablemente. Eso, aunado al rehilete insignificante, me han dejado en un estado aún más perturbado que de costumbre. A mi abuelo acaba de darle un infarto cerebral en esta semana, mis perros se fueron hace tiempo y Dana, la gata que teníamos, ya no volvió; seguramente las jaurías de perros de La Bufa la mataron. Me he ido quedando solo. A lo mejor es cierto lo que dice Rostand, “ser adulto es estar solo”. Y tal vez también sea cierta otra de sus frases, “el verdadero trabajo consiste en saber esperar”. Yo espero, estoy agazapado, como un cocodrilo o un tigre que acechan a su presa camuflados; siento la fuerza en mí, los instintos para atacar.. pero en el fondo soy un animal domesticado, que no necesita de cazar para poder comer; y sin embargo todavía añoro el dulce olor de la sangre fresca y los gemidos de la presa a punto de exhalar el último aliento entre tus garras. Soy un humano, sí, pero antes que eso soy un animal, y antes que eso soy “algo”, cualquier cosa.. algo que se retuerce, que existe, que disfruta y que sufre, que vive y que sueña.. una partícula de nada flotando en el universo, que se desvanecerá como todo lo demás en medio de más y más nada, que pasará sin dejar huella.


Hace mucho tiempo que no escribía nada, este es mi primer texto en años. Me he convertido en una máquina de matar (o al menos eso pretendo), la sensibilidad y la pasión se fueron al carajo y me vale madre, no las extraño en absoluto. Estoy mejor así, pero algo me falta, siempre algo falta. Cuando era más joven tal vez pude refugiarme en pendejadas como el alcohol, las drogas o mujeres.. pero eso son niñerías, mamadas idiotas de pubertos ociosos. ¿Ahora que me queda? Ni siquiera el vuelo, solamente los mercados financieros son lo suficientemente retadores como para estimularme un poco. Estoy descontento con todo y con todos, pero al mismo tiempo en paz con el universo, con la vida y conmigo mismo. No deseo ya nada, el dinero que gano no tengo en qué gastármelo. Los viajes me aburrieron hace tiempo y cualquier tipo de juguete caro como autos de lujo, pantallas de plasma, refrigeradores gigantes y demás, me dan una hueva espantosa. ¿Qué hacer en un mundo que ofrece tanto y tan poco? Solamente deambular, vagar por las calles a la espera de alguna sorpresa, un libro raro tal vez, alguna herramienta desconocida, no sé. Vagar como siempre ha hecho el hombre y todos los seres del planeta, esperando a la muerte y mientras tanto buscándonos pasatiempos, maneras de complicarnos la existencia, problemas para resolver y así al menos sentirnos un poco útiles en medio de esta marejada de ociosidad y tedio.


Sé que puedo sonar como la persona más oscura y pesimista sobre la faz de la Tierra, pero nada más alejado de la realidad. Soy un ser libre de ataduras, que nada quiere y nada espera ya. Eso me angustia, pero también me hace sentir bien, me permite disfrutar de nuevo las pequeñas cosas, ser otra vez un animal, extasiarme con las nubes y la hierba, abrazar a mi hija, hacer un viaje con la familia, contemplar el mundo desde las alturas, descifrar los códigos secretos de los grandes inversionistas.. lo mismo da.


Voy a publicar este texto como entrada en un blog que abrí hace tiempo, así al menos, aunque a los discos duros se los vuelva a cargar la chingada, quedará una chispa fugaz de cómo me sentía en este 30 de mayo de 2010, a un año justamente del último texto publicado. Espero recordar las contraseñas, porque hasta de eso me he retirado por completo. No más Messenger, nada de Facebook ni Twitter ni nada de esas puterías.. ya no tengo de qué platicar con casi nadie y hasta que me marquen al teléfono celular me molesta bastante. He abandonado mis proyectos de novelas, de rutas de vuelo.. lo único que ronda mi cabeza por estos días son las gráficas, textos y reportes financieros.


El rehilete sigue girando sin parar, los colores cambian, la luz del sol se apaga detrás del Cerro del Cubilete y un esplendor naranja lo abarca todo por un instante.


No cabe duda: la vida es maravillosa.