Estoy leyendo la novela póstuma de Roberto Bolaño, 2666. Al igual que en Los Detectives Salvajes, la mayor parte de la acción se centra en México. Todo gira alrededor de las muertas de Cd. Juárez (que en la novela se llama Santa Teresa), a través del típico estilo de Bolaño, con diferentes voces dejándose escuchar constantemente, un auténtico tapiz que se dispara en múltiples direcciones.
Es una buena novela, sin duda, pero lo que más me llama la atención es que Bolaño supo identificar a lo largo de su vida que México, este país donde nací y sobrevivo (hasta ahora), ombligo del mundo, engendro maligno incubador de la influenza porcina, narcotraficantes, políticos corruptos, asesinos, secuestradores, guerreros saca-corazones y antepasados con visiones apocalípticas, precisamente aquí, en la "tierra baldía" de Pedro Páramo, es donde todo ocurre.
Aquí cayó el meteorito que terminó con los dinosaurios y es muy probable que también algo tenga que ver México en el próximo evento de exterminio global. Sin embargo, los habitantes de esta nación olvidada, fantasmagórica y decadente, se mantienen extremadamente tranquilos ante holocaustos, pandemias, guerras, desastres naturales o cualquier otro tipo de catástrofe; como si no nos importara, pues en el fondo sabemos, con la certeza de aquel personaje de Sartre en La Infancia de un Jefe, que la muerte, los asesinatos y violaciones, poco importan en la gran historia del Universo.
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