Mientras camino voy pensando en comida porque son las 2 de la tarde y no he almorzado siquiera. Me paro frente a una librería, veo los periódicos y los libros de los autores consagrados, y pienso en lo que haría si fuera famoso ahora, tan joven. Sería cómodo, bastante cómodo, pero supongo que no me sentiría del todo bien. Tal vez sea simplemente la fuerza de la costumbre de ver escritores ancianos y decrépitos en las contraportadas, creo que el único joven bueno fue Rimbaud, mi tocayo.. pero ¡vaya tipo!.. y Lautreámont, claro.. aunque resultó la misma cosa porque jamás se enteró, igual que Kafka, igual que Pessoa.
Quien sabe, da igual.. aquí es como en mi otra carrera, en un avión con 300 pasajeros, la gente se siente más segura con un piloto canoso que con un jovenzuelo, por mucho que el joven sea diez o veinte veces mejor piloto. ¿Por qué habría yo de tener privilegios? Descubren a un gran matemático adolescente y lo llevan a las mejores academias a competir con los demás, hay que probarlos siempre.. o a un futbolista fenómeno, igual.. a los grandes equipos a que se mida con los grandes jugadores.. hay que meterlos al sistema y que produzcan, nada es gratis, que sean negocio, explotarlos.. siempre la competencia, la competencia.. mis relatos son mejores que los tuyos, y mis poemas y mis novelas y mis guiones de cine y mis obras de teatro y mis canciones y mis pinturas y yo gané el premio Pulitzer y me van a dar un Nobel y voy a representar a mi patria y mi fama va a durar por siempre.. pura porquería.
Seguí caminando, es mejor no pensar en eso.
sábado, 11 de agosto de 2007
los consagrados
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